La cultura japonesa me fascinó durante mi adolescencia. Uno de mis sueños en aquel entonces era algún día visitar a Japón. Su historia feudal siempre me cautivó. Fueron muchos los libros y las películas que vi en mi juventud con el tema de Japón feudal y sus guerreros famosos; los samuráis. Su espada, conocida en japonés como katana, es famosa como una de las más afiladas de la historia.
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Es
un hecho que todo guerrero antiguo ha despertado la imaginación de muchos
autores de libros, cómics, y libretos de cine. Los samuráis y su famosa
espada, conocida como katana (刀 en Kanji: かたな en hiragana), no es una excepción. Cuando realicé
los preparativos para el viaje a Japón durante el verano de 2018, la aventura
cultural más importante para mí tendría que ver con visitar lugares históricos
y museos que trataran el tema de los samuráis.
Al ver la oportunidad de hacer un viaje desde Tokio hasta la ciudad de
Utsunomiya para conocer uno de los mejores herreros tradicionales japoneses que
forja espadas katana, llevé a cabo los arreglos sin pensarlo dos veces.
¿Como logramos esta aventura cultural?
Para lograr esta aventura cultural, fue necesario coordinar con una compañía toda la logística para contar con un guía/intérprete, el herrero y un maestro del arte marcial Iaido. Este arte se deriva del Iaijutsu el cual era el arte de desenfundar y cortar simultáneamente con la espada. El arte en tiempos de paz evolucionó al Iaido en donde se practican los cortes con propósitos de meditación y no de combate real.
La sociedad japonesa, aún en tiempos modernos, es una sociedad bien tradicional y a la vez cerrada a personas desconocidas. Siendo una sociedad colectiva, es más importante saber a qué grupo perteneces y no quién eres como individuo. Este es el concepto de uchi-soto (内-外: dentro y fuera), el cual distingue quién es y no es parte de su grupo.
Para
lograr contacto en Japón con un maestro de artes marciales tradicionales, y un
herrero tradicional, ciertamente necesitas o conocerlos personalmente, o
requieres de una introducción formal de un uchi-no-hito (内の人: persona dentro del grupo). En otras palabras, no es algo que puedes
arreglar por su cuenta sin tener los debidos contactos siendo soto-no-hito (外の人: persona fuera del grupo). En el pasado, los japoneses limitaban sus
relaciones personales a miembros de su grupo y no aceptaban personas fuera de
su grupo sin un Shōkaijō (紹介状). Esto es un concepto cultural en
donde alguien de adentro del grupo le hace una carta de presentación y garantiza
esa persona extraña al grupo. Esto incluye maestros de artes marciales y
herreros forjadores de espadas.
Es por eso que, esta aventura fue arreglada a través del guía e intérprete el cual es amigo personal y uchi (内)del maestro herrero, Kato san, y del maestro de laido, Nonaka san. Nuestro guía en esta aventura es Ota san. San significa honorable en japonés. Es un título de respeto que se usa con las personas de la misma manera que le diría señor o señora alguien desconocido. Personas interesadas en tener una aventura similar cuando viajen a Japón, pueden acceder al siguiente enlace de la compañía Inside Japan Tours quienes hicieron todos los arreglos para esta aventura. No compartimos ningún tipo de afiliación con ellos más allá de ser sus clientes satisfechos. Nosotros pagamos 100% nuestro viaje, el cual incluyó esta maravillosa experiencia.
Comienzo de Nuestra Aventura para conocer al maestro forjardor de katana:
Comenzamos nuestra travesía para conocer al herrero en nuestro segundo día en Tokio. Al salir de nuestro hotel, caminamos a 10 minutos de nuestro hotel en el sector Asakusa de Tokio para tomar un tren JR. La primera fase de nuestra travesía consistía en llegar a la estación de Tokio mediante la línea Japan Railways (JR, por sus siglas en inglés) para luego cambiarnos al Shinkansen (新幹線), conocido coloquialmente como el tren bala, rumbo a la ciudad de Utsunomiya (宇都宮市). Esta fue nuestra oportunidad de estrenar nuestros ‘’Japan Rail Pass’’ los cuales te dan acceso ilimitado durante la cantidad de días pagados en el mismo al usar varias de las líneas del Shinkansen y trenes locales de “Japan Railways.”
La estación de Tokio estaba abarrotada de personas camino a sus trabajos y otros en viajes de negocio entre ciudades. A pesar de la multitud, todo el mundo se movía en orden hasta llegar a la plataforma y colocarse en la fila para esperar el Shinkansen. La plataforma tenía su variedad de kioscos en donde los pasajeros pueden comprar desde té y café, hasta comidas para llevar en el tren en sus famosas cajas de bento (弁当).
Finalmente llegó nuestro shinkansen y comenzamos la segunda fase de nuestra travesía para conocer al herrero forjador de espadas. Tomamos nuestros asientos, reservados el día anterior, y a los minutos escuchamos la alarma indicando que las puertas de tren se cerrarían. Mientras mirábamos por la ventana los grandes edificios de Tokio alejarse, conversamos Coralee y yo sobre qué esperábamos encontrar y aprender en esta aventura. Recordaba los documentales de mi adolescencia sobre los samuráis y el proceso de forjar sus famosas katanas. Mientras el shinkansen se acercaba a Utsunomiya, más cerca veía este momento tan añorado a punto de materializarse. Por la ventana veíamos el esplendor de las verdes montañas con las numerosas casas cerca de las vías del tren pasarnos a 300km/hora. Al ver edificios nuevamente acercándose y nuestra velocidad gradualmente descendiendo, sabíamos que habíamos llegado a nuestro destino. Los anuncios se escuchaban en japonés y luego en inglés señalándonos a prepararnos de salir del shinkansen en la estación de Utsunomiya.
Conociendo a Ota-San:
Procedimos a salir de la plataforma hacia la salida de la estación en donde vimos un señor japonés fácilmente en sus 70 años de edad con un letrero con nuestros nombres. Fue este el momento en que conocimos al Sr. Yasuhiko Ota, nuestro guía y traductor en esta aventura. Ota-san nos dio la bienvenida a su ciudad en inglés y se sorprendió cuando le dije en japonés que es un placer conocerlo (Hajimemashite dōzo yoroshiku: はじめましてどうぞよろしく). Le agradó mucho a Ota-san que tomé mi tiempo en aprender lo básico de su idioma. Reconozco que, aunque conozco poco del idioma, me interesa mucho eventualmente poderlo dominar. Así que está en mi lista de cosas por hacer, retomar mis clases de japonés.
Ota-san nos dirigió por las enormes escaleras de la estación Utsunomiya hasta el estacionamiento donde nos esperaba su miniván. Mientras caminábamos hacia el estacionamiento, delante de nosotros se encontraban grandes edificios del centro comercial. Sus letreros hechos con los tres caracteres de la escritura japonesa, kanji, hiragana, y katakana; eran como obras de arte de caligrafía que formaban una vista estética agradable.
Entramos en el miniván. Observamos que el guía estaba ubicado en el lado derecho del vehículo. Esto debido a que en Japón los carros son parecidos a los de Inglaterra. También se guía en el lado izquierdo de la carretera por lo cual no le recomiendo a nadie, sin experiencia en conducir al lado izquierdo, que intente conducir en Japón. Dentro del miniván, Ota-san nos tenía un paquete de meriendas. Nos dijo que nos lo preparó su esposa la cual no pudo acompañarnos ese día. Nos pidió encarecidamente que consumiéramos todas las meriendas ya que en Japón una norma cultural es no dejar comida para mostrarle a su anfitrión que la misma fue de su agrado. “Si no se comen las meriendas, la Sra. Ota estará bien triste pensando que no les gustaron’’, nos decía Ota-San. No hizo falta convencernos mucho ya que las meriendas estaban exquisitas. La Sra. Ota nos incluyó maní, chocolates y tomatitos frescos. Viniendo de un país donde se cultiva poco (con excepción de los que tenemos huertos caseros), es siempre agradable comer vegetales y frutas frescas cada vez que viajamos. Estoy seguro de que la Sra. Ota quedó muy complacida con nuestro agrado por sus meriendas.
Procedimos a salir de Utsunomiya para nuestro viaje en carro por una hora para llegar a la ciudad de Yaita (矢板市: Yaita-shi) donde se encuentra el taller de forjar katanas de Kato-San. Desde el inicio, Ota-san nos dijo que le podíamos preguntar acerca de cualquier tema sobre su país. Hablamos de diferentes aspectos de su cultura, eventos actuales en la política japonesa, relación con países vecinos, y hasta sus recuerdos de haber vivido los años de ocupación militar estadounidense al finalizar la segunda guerra mundial. Ningún tema era tabú para Ota-san y nos seguía animando para que le preguntáramos más. Mientras se alejaban los edificios de Utsunomiya y el paisaje reverdecía con el color de las montañas y campos de arroz visibles desde la autopista, Ota-san nos preguntó la razón para ir a conocer un herrero forjador de espadas katana. Le conté cómo durante mi niñez y adolescencia comencé a conocer sobre su cultura a través de las artes marciales. Mi padre fue judoka y representó a Puerto Rico en los juegos Centro Americanos y del Caribe en el 1967, ganando una medalla de bronce. Practiqué Karate durante mis años de adolescente y luego Jujutsu, durante mis años de bachillerato. En esa época, me fascinaba ver películas de samurái y siempre me llamaba la atención cómo sus espadas eran conocidas como unas de las más afiladas de la historia. Ota-san se sintió muy complacido con mi respuesta y nos dijo que su amigo, Kato-san, se sentirá agradado si nosotros le hacíamos muchas preguntas. Nos recalcó que, al pagar por esta actividad, era altamente recomendable que la aprovecháramos al máximo. Esto para poder aprender lo más posible de esta experiencia cultural de la historia feudal japonesa.
Nuestra última parada, antes de llegar al taller de Kato-san, fue una tienda 7 Eleven en Yaita. Ota-san recalcó la importancia de suplirnos de bebidas debido al calor intenso que hacía en el taller de Kato-san. Japón estaba pasando por una fuerte temporada calurosa donde las temperaturas se elevaban a 103 F⁰ aproximadamente. El 7 Eleven en Japón es diferente a los de EE. UU. en donde venden varias comidas japonesas preparadas y de alta calidad. Compramos botellas de agua, té verde frío y sake. Ota-san nos sugirió que comiéramos algo, ya que estaríamos varias horas en el taller antes de pasar al restaurante. Fue en ese momento que probamos los yakitori (焼き鳥). Era parecido a lo que en Puerto Rico llamamos pinchos de pollo. Ahora, el yakitori estaban sazonados con esa combinación de dulce y salado que causaba una explosión de sabores en el paladar.
El taller de de forjar katana de Kato-San
Llegamos a nuestro destino donde nos esperaba un señor que aparentaba estar sus cincuenta años tardíos vistiendo ropa tradicional y un pañuelo blanco en su cabeza, parecido a como visten los sacerdotes shinto. Usaba medias tabi (足袋) y sandalias japonesas planas (草履: zori). Él era Shinpei Kato, uno de los mejores herreros forjadores de katanas. Tuve la oportunidad de nuevamente usar mi japonés limitado al decirle a Kato-san que es un placer conocerlo por lo cual sonrió. El proceso de forjar una katana está arraigado en rituales de la religión shinto en donde el taller se considera un espacio sagrado con la presencia de un kamidana (神棚: altar con casa en miniatura), donde habitan las deidades o espíritus del shinto (kami: 神). Es por eso que los herreros se visten en ropa similar a un sacerdote sintoísta e invocan a los kami para comenzar su proceso de forjar su materia prima en una katana. El taller era caluroso con su horno, su yunque, marrones y maquinaria. Se podían observar pedazos de metal forjados y espadas en proceso de tomar forma. Fue ahí que Ota-san nos indicó que nos pusiéramos cómodos en los asientos para que Kato-San comenzara a explicarnos todo el proceso de crear una katana, mientras Ota-san nos traducía.
Los herreros tradicionalmente recogen su materia prima de los ríos que rodean a las montañas. Esta materia prima es un tipo de acero que se conoce como Tamahagane (玉鋼). En japonés, la palabra Tamahagane significa ‘’redondo y precioso”. Está hecho de arenas de hierro (砂鉄: satetsu). Tradicionalmente se separaba el satetsu del resto de las arenas del río usando la corriente de éste donde dejaba atrás los pedazos más pesados de hierro. En esta época, Kato-san usa un imán para separar su satetsu del resto de la arena del río. Los pedazos son aplastados con marrón y rotos en pedazos más pequeños para luego ser surtidos. En esta etapa, el satetsu es convertido en acero Tamahagane.
A nivel químico, el acero es una combinación de carbono y hierro. A mayor contenido de carbono, más dura será la espada ya que el hierro solo es demasiado suave para crear una navaja afilada por sí solo. Cabe señalar que tener demasiado contenido de carbono convierte el acero demasiado frágil. La mayor destreza para un herrero en la antigüedad era cernir el contenido de carbono correcto en el acero Tomahagane. Esto hoy día es un misterio pues se desconoce cómo lo lograron ya que no se contaba ni con microscopios, ni con los procesos modernos de metalurgia. El resultado final de sus espadas sumamente afiladas hablaba por si solo de la destreza en metalurgia de los herreros forjadores de espadas en Japón feudal (Turnbull, 2010).
En esta etapa, los pedazos se clasifican en dos grupos: shingane (acero suave) y kawagane (acero más fuerte). Una vez clasificados, cada pedazo se junta en un plato con otros de su grupo y son quemados en el horno a 1,300 ⁰C para luego ser martillados y soldados en un solo pedazo de acero.
El pedazo completo de shingane y el de kawagane son puestos al fuego nuevamente para hacerles una incisión al metal con marrón y hacha. El propósito de esta fase es doblarlo por la mitad para luego soldar las dos mitades juntas y así crear un pedazo de acero más grueso. Este proceso de doblar el acero en sí mismo se repite aproximadamente 10 veces y es un proceso bien característico de la metalurgia japonesa. Una vez completado este proceso, el pedazo de kawagane es calentado y se martilla en forma de U. El shingane doblado se martilla para luego ser unido en la forma de U del kawagane. Una vez unidos los dos pedazos, estos son soldados en una sola pieza.
Esta pieza es lo que formará la katana. La misma se vuelve a entrar en el horno de 800-1300 ⁰C y luego se martilla continuamente para en esta etapa darle la forma final intencionada a la navaja. Es en esta fase donde se forma el kissaki (切先) o punta de la navaja. La navaja es calentada y luego se le hace un corte diagonal al final de ésta. Se vuelve a calentar y se usa un martillo pequeño para darle dirección a la punta hasta llegar a la forma deseada. Una vez formado el kissaki, la navaja es calentada y se martilla el filo a 700 ⁰C. Ya teniendo la forma y filo, la navaja se lija con una herramienta llamada sen. También se utiliza una piedra de lijar para alisamiento más preciso. En la parte afilada de la navaja se aplica una capa finita de barro, mientras que al resto de la espada se le aplica una capa gruesa. Se vuelve a calentar a 800-900⁰C y se hecha en un recipiente grande con agua para endurecer la espada en un proceso llamado yaki-ire. En esta etapa final, el herrero corrige con su martillo cualquier distorsión de la navaja para después enviarla a un pulidor profesional. Una vez pulida, el herrero firma la navaja con martillo y cincel. La navaja se coloca finalmente con un mango (tzuka) y protector (tsuba). Todo este proceso descrito de forjar la katana se puede demorar hasta 6 meses. Kato-san cobra 1,500,000 yenes japoneses ($15,000 americanos aproximadamente) por cada espada completada.
La llegada de Nonanka Sensei y demonstración de su arte marcial usando la katana
Mientras seguíamos escuchando las explicaciones de Kato-san, un vehículo llegó al taller y del carro salió un señor japonés que parecía estar en sus 60 años de edad. Esta persona vestía ropa gris tradicional, más asociada a un practicante de artes marciales relacionadas a las armas japonesas feudales. Del baúl de su carro sacó 3 tubos gruesos hechos de tatami (畳: matre tradicional de bambú), un soporte de madera grande, y una espada katana que le había hecho Kato-san. Ota-san salió con nosotros a recibir al esperado maestro de Iaido (居合道), llamado Nonaka-San.
Una de las prácticas dentro de este arte marcial es el tameshigiri (試し斬り), lo cual significa corte de prueba. Es la manera que hoy día se practican los cortes con la katana sin lastimar o matar a ningún ser viviente. Este era otro de los momentos que estaba esperando, ya que parte de nuestra experiencia cultural involucraba una demonstración de Iaido y tameshigiri. Mi entusiasmo aumentó aún más cuando Ota-san nos indica que Nonaka-san nos iba a dar una clase introductoria de Iaido. También que demostraría cómo hacer los cortes en el tatami, y luego nos dejaría intentar hacer los cortes a nosotros. Coralee también aceptó intentar cortar el tatami con la katana.
Clase introductoria del arte marcial Iaido (居合道) y demonstración interactiva de Tameshigiri ( 試し斬り ) :
Nonaka-san nos comenzó a enseñar el kihon (基本, きほん: básicos) de Iaido. Comenzó con la forma de agarrar correctamente la Katana. La mano derecha agarra el tzuka (mango) dejando un pequeño espacio de como un dedo del tsuba (protector). Nonaka-san enfatizó que pegar la mano derecha al protector no es buena técnica. Luego, la mano izquierda agarra el mango como a dos dedos de distancia de la mano derecha. Los codos van pegados al cuerpo como si aguantaras un cojín debajo de cada axila. La posición de los pies es importante para balance y estructura. La pierna derecha va hacia adelante mientras la pierna izquierda va retirada hacia atrás para evitar que el impulso del movimiento accidentalmente corte la pierna. Al terminar esta explicación, Nonaka-san me entregó su katana con el filo hacia él y explicando que la katana nunca se entrega con el filo hacia la otra persona para evitar accidentes. A la vez, en las tradiciones de esgrima japonesa, el apuntar con el filo a otra persona es comunicar intención de combate a muerte, lo cual nadie quiere hacer hoy día. Al tener la katana en mi mano, se sintió mucho más liviana que las katanas que usaba de adolescente vendidas en tiendas de artes marciales en EE. UU. y Puerto Rico. Nonaka-san, Ota-san y Kato-san nos explicaron que en la antigüedad los samuráis eran personas no muy altas y necesitaban de una espada práctica, liviana y bien afilada. Nonaka-san me impartió las instrucciones de asumir cualquier postura que quisiera con la katana y me observó. Repitió lo mismo con observar a Coralee asumiendo una postura libre al aguantar la katana.
Le devolvimos la Katana a Nonaka-San y de su bulto sacó tres katanas de madera, las cuales se llaman bokken (木剣) o bokuto (木刀) en japonés. El segundo término es el más usado en Japón. Una vez teníamos nuestro bokuto en mano, comenzó la clase de corte básico vertical/diagonal, de arriba hacia abajo, el cual estaríamos utilizando para cortar los tatamis. Repetimos varias veces el corte mientras Nonaka-san nos corregía. Enfatizó la importancia de asistir el corte con el torso para producir más fuerza con la estructura corporal y no meramente con los brazos. Una vez satisfecho con nuestra técnica, Nonaka-san guardó nuestros bokutos y tomó en sus manos la katana nuevamente. Nos repasó el agarre, corte y movimiento del cuerpo antes de picar en dos pedazos uno de los tres tatamis que trajo. Nos recalcó que subiéramos la espada los más alto posible para realizar el corte. Kato-san le dijo en japonés a Nonaka-san que repitiera el corte, pero con dos movimientos preliminares antes del corte final. Nonaka-san contó en inglés hasta tres y realizó un corte más al mismo tatami. Nos recalcó nuevamente la importancia de cortar en un ángulo diagonal y no derecho antes de entregarme la katana.
¡Ahora, era mi turno para cortar el tatami! Me sentía tan emocionado por la oportunidad. Kato-san me dijo por medio de Ota-san que, por favor, hiciera un buen corte ya que si le dañaba la katana a Nonaka-san, entonces él tendría que repararla en ese momento. Por supuesto, esto no representaba para mi presión alguna (sí, claro) al momento de realizar mi corte a un segundo tatami. En ese momento, Ota-san comenzó a grabarme en video. La katana se sentía liviana en mis manos, mientras resplandecía la navaja con los rayos solares. Me posicioné frente al tatami en la postura Chūdan-no-kamae (中段の構えen kanji: ちゅうだんのかまえ, en hiragana) en donde la katana está al nivel del pecho. Fueron unos intensos tres segundos manteniendo la postura con la katana, mientras miraba fijamente el tatami y me visualizaba cortándolo. Al Nonaka-San darme la señal, levanté la katana y sin quitarle la mirada al tatami, descendí en corte diagonal la katana. La sensación de impacto con el duro tatami era como si la katana pasara por mantequilla caliente y un pedazo del tatami cayó de inmediato al suelo. ¡No me quiero imaginar que pasaría si esa navaja tiene ese mismo impacto en una extremidad o cualquier parte del cuerpo humano! Se siente temor y respeto a la vez por el arma. Kato-San se acercó y le dijo a Nonaka-San, Kireidesu ne (綺麗ですね), lo cual significa “es bello’’ refiriéndose a mi corte. Kato-San estaba aliviado que conmigo no tendría que reparar la katana. Nonaka-san me dio correcciones y me dejó hacer dos cortes más mientras me recalcaba relajarme más y usar menos fuerza.
Entonces le tocó el turno a Coralee. Una vez le entregó la katana, Nonaka-san la puso a practicar el corte básico diagonal con la katana recalcando que se relajara más de lo que yo hice. Luego de varias prácticas, Nonaka-San dirigió a Coralee hacia el último de los tres tatamis para realizar su corte. Le indicó por medio de la traducción de Ota-San, que se tomara su tiempo y cortara tan pronto estuviera lista. En un movimiento repentino, Coralee cortó exitosamente el tatami por la misma mitad. Nuestros tres anfitriones estaban sorprendidos y a la vez la felicitaron por estar relajada durante el corte. En su segundo corte, Coralee siguió la cuenta de tres de Nonaka-san y terminó de cortar su tatami. Todos dijeron a coro Kirei (綺麗: bello). “Lo estás haciendo muy bien,’’ le dijo Ota-San a Coralee.
Fue en ese momento que terminó la lección de Iaido y Nonaka-San se despidió de nosotros. Por cierto, muy complacido de nuestro esfuerzo. Kato-San nos comunicó que estaba contento de que no lo hicimos trabajar de más para reparar la katana. Pasamos entonces a la última parte de esta bella experiencia cultural en donde Kato-San tomó en sus manos un marrón largo y un tronco y nos demostró la técnica de martillar el acero caliente cuando se fabrica una katana. Coralee y yo tuvimos cada uno nuestro turno para repetir la técnica de forjar metal con el marrón que Kato-San nos acaba de enseñar para luego pasar de nuevo al calor del taller. Ahora llegó el momento de asistir a Kato-San a construir la katana que se encontraba forjando en el momento de nuestra visita. Estaba en su etapa inicial en donde se están forjando los pedazos de acero Tamahagane.). Kato-San entonces nos pregunta si le podíamos asistir en romper el Tamahagane para separarlos y comenzar a forjar la katana. Le contesté en japonés diciéndole; hai, onegaishimasu (はい、お願いします), lo cual significa “sí, por favor.”
Asistiendo a Kato-San a forjar su katana:
Kato- San procedió a poner el pedazo de Tamahagane en el horno de forja y lo enterró en el carbón para luego calentar el horno. Dejó el pedazo de acero calentándose por 5 minutos aproximados. Mientras tanto, Ota San nos explicaba que Kato-san esperaba hasta que la llama cambiara a un color anaranjado intenso (casi amarillo según Kato-San y Ota-San) para saber que el Tamahagane se calentó lo suficiente para comenzar a martillarlo. El metal puro del Tamahagane estaba dentro del pedazo crudo de metal. Kato-San y Ota-San nos preguntaban si veíamos los cambios de colores en la llama. Esto es una de las primeras cosas que aprendes cuando eres aprendiz de forjador de espadas. Definitivamente no es algo fácil de reconocer al principio. Lo comparo con un chef experto que sabe medir a ojo la cantidad de los ingredientes en su receta para darle su sabor único. Una vez Kato-San se sintió satisfecho con el color de la llama al verla anaranjada tirando a amarilla, sacó con unas tenazas el pedazo de Tamahagane para comenzar a martillarlo a mano. Como Kato-San no tiene aprendices, cuando terminó de martillar y tocaba usar el marrón con el Tamahagane, él lo coloca en una maquina con un marrón motorizado donde se controla con un pedal. El arte de forjar armas japonesas antiguas aquí se encuentra con la tecnología japonesa moderna. Kato-san repitió varias veces el proceso de calentar el acero Tamahagane y martillarlo con la máquina.
Por medio de la traducción de Ota-San, Kato-San nos mostró una parte de su horno forjador, llamado remo. Con ese instrumento, Kato-San puede regular el tamaño de la llama ya que el remo sirve como una especie de abanico para aumentar aire, y, por ende, oxígeno al horno, el cual alimenta al fuego. Un concepto bien importante que Ota-San nos explicó es que Kato-San maneja el remo como si fuera parte de su cuerpo. No es distinto al concepto en las artes marciales cuando el arma se convierte en parte del cuerpo del guerrero. Este se vuelve uno con su arma. Aplica a cualquier disciplina marcial, no importa de qué país del mundo venga. En este caso, la analogía aplica a los samuráis y su katana. En ese momento, Kato-San nos decía que su hombro izquierdo, con el cual usa el remo del horno, tiende a estar adolorido. Le pregunté por medio de Ota-San, cuantos años llevaba forjando espadas. Kato-San contestó 40 años. Sólo se me ocurrió decirle en japonés, So Desu Ne (そうですね) lo cual puede significar diferentes cosas dependiendo del contexto. En este caso, es una expresión de simpatía y gentileza de mi parte hacia Kato-San al contarme sobre su dolor de hombro crónico.
Ahora llegó el momento esperado en donde asistiríamos a Kato-San a forjar su Katana utilizando métodos antiguos. Las instrucciones eran que me preparara con el marrón en mano y esperara a que Kato-San retirase el pedazo de acero del horno. Una vez retirado, Kato-San colocó el acero en el yunque, el cual tiene un círculo dibujado para saber en dónde voy a martillar. Kato-San dijo, Hai (はい: Si), lo cual era mi señal para comenzar a martillar. Martillé varias veces hasta que Kato-San dijo de nuevo Hai para que yo me detuviese. Ota-San tradujo diciendo que lo hice bien, aunque con mucha fuerza. Ahora le tocó el turno a Coralee. Ota-San decía en inglés, ‘’si te cansas, no esperes que él diga Hai sino tú misma dices Hai y paras.’’ Sin embargo, cuando Coralee comenzó a martillar el acero, produjo un sonido distintivo que significa impacto perpendicular con el yunque lo cual es lo que buscaba Kato-San. Al terminar Coralee, tuve otra oportunidad de martillar el acero caliente para buscar lograr ese impacto perpendicular. Ota-San me repitió que me relajara y usara menos fuerza, lo cual en este segundo intento lo logré. Como prueba, el sonido distintivo en el yunque.
Cena en restaurante japonés y despedida en la estación de Utsunomiya:
Luego de una tarde emocionante aprendiendo con ejemplos vivos sobre la metalurgia de la espada japonesa y de aprender el corte básico con la katana usado por los antiguos samuráis, era tiempo de partir. Nos despedimos de Kato-San y le dimos las gracias por su tiempo. Nos montamos en el miniván de Ota-San camino a una cena temprana. Regresamos hacia Utsunomiya hasta llegar al restaurante escogido por Ota-San para probar auténtica comida japonesa. Debido a nuestro itinerario ajetreado del día anterior, solo pudimos comer sándwiches y luego comida francesa a la noche. Este, nuestro segundo día en Japón, era la primera vez que probaríamos comida completa japonesa. Entramos al restaurante y vimos los modelos plásticos típicos de los restaurantes en Japón para enseñar los platos que preparan. Tuve la oportunidad de comer anguila sobre arroz blanco (鰻丼: Unadon) con fideos fríos soba (蕎麦 o そば). El dulce de la salsa teriyaki en el plato de unadon combinado con los fideos soba y su salsa soya con wasabi (山葵 o ワサビ, わさび: rábano picante) formaba una explosión de sabores en mi paladar. Todo esto se bajaba con un buen sake (酒: vino de arroz) caliente. De postre, disfrutamos de un delicioso anmitsu (あんみつ). Esto es un postre típico japonés que consiste en cubos de jalea de alga mezclados con jugo de frutas para sabor. Los cubos son servidos con helados de fruta y azuki (アズキ: pasta de habichuelas dulce). Jamás había probado algo tan dulce. Sin embargo, se sentía a la vez liviano en el estómago. La primera vez que vi el anmitsu fue en una serie japonesa de un ejecutivo japonés dulcero que aprovechaba sus visitas de ventas para probar distintos dulces japoneses en los lugares de Tokio que visitaba. No me decepcionó para nada el anmitsu.
Luego de esta aventura culinaria japonesa, llegó la hora de que Ota-San nos devolviera a la estación de tren de Utsunomiya para nuestro viaje de regreso de una hora a Tokio. Ota-San entró con nosotros a la plataforma y esperó el tren mientras seguíamos conversando. La sensación que tanto Coralee y yo experimentamos fue como si hubiésemos pasado el día con un tío que hace tiempo no visitábamos. Ciertamente fue una sensación de familia. De más está decir que nos costó despedirnos. Ota-San fue claro en que no aceptaba ninguna propina de nosotros y que le bastaba con que le dijéramos arigato (: ありがとう: gracias). En Japón, no es costumbre dejar propina ya que ellos ven el servicio como parte de su trabajo. Ahora, esto ha ido cambiando con los tiempos. Ota-San, sin embargo, se mantiene firme en su tradición. Esperó con nosotros hasta que llegó nuestro tren. No nos despedimos con sayonara (さようなら) ya que eso significa adiós para siempre, sino con ja mata (じゃまた: nos vemos luego). Nos fuimos con la esperanza de que nuestros caminos se volverían a cruzar en un futuro (y aún guardamos esa esperanza; Ota-San fue muy especial para nosotros). Mientras nos sentamos en el tren bala esperando su partida, Ota-San se quedaba mirándonos con una gran sonrisa y diciéndonos adiós con señas. Finalmente, el tren partió rumbo a Tokio con el atardecer mostrando al Sol como una enorme bola de fuego en el horizonte. Pensando y agradeciendo esta aventura única en la cultura japonesa marcial y la conexión que hicimos con nuestros tres anfitriones ese día, especialmente con Ota-San. ¡Ja mata!
Referencia:
Katana: The Samurai Sword. Stephen Turnbull. First edition Osprey Publishing, Oxford: 2010
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